Este 2022 no habrá propósitos de año nuevo, ni repaso de los logros del anterior, ni deseos a cumplir o exigencias para mí misma.

Este año voy a dejarme llevar, dejar que la vida me ponga donde desee, tumbarme boca arriba en el agua, en perfecto equilibrio, haciendo el muerto y tratando de no chocar con las piedras o troncos que puedan cruzarse en el devenir del río.

Me propongo no tomar muchas decisiones, vivir poquito a poquito y recuperar pequeñas cosas sin mucho esfuerzo: volver a leer de modo consciente, volver a escribir, sentarme cada tarde unos minutos a observar a mis hijos, tomarme una caña bajo el sol o un vino bajo una manta.

Decir te quiero, recibir algún abrazo, alargar la ducha 5 minutos más, llorar al acabar la película, caminar viendo escaparates o junto al mar, no excusarme por no hacer lo que no me gusta. Dejarme vivir.

Sólo eso, estar aquí y saber que lo estoy. Recuperar un puñado de la calma perdida, la sonrisa no forzada. Para así, al acabar el año, poder reconocerme en el espejo.

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